En los
tramos finales de ese 2013 nos reencontramos para un nuevo viaje. Cargaremos en
el trencito las palabras y los sentimientos, las alegrías y el amor. Nos cobija
la hermandad literaria y del afecto ... y eso es mucho decir.
Sin más
palabras ¡partimos!
El jefe
hacía sonar la campana y la locomotora ya humeaba cuando ascendió al tren
nuestra primera pasajera, que estrena viaje con nosotros: LUCÍA CASTELLI. Nació en TRENEL y reside actualmente en GENERAL PICO (prov. de LA PAMPA ).
Desarrolló su labor de enfermera en su pueblo natal y en Villa Fiorito
(Bs.As.), donde vivió varios años antes de regresar a la provincia. Participó y
fue premiada en diversos certámenes y tiene publicado un libro: “Orillando nostalgias” (2005). Ha
concurrido a talleres literarios e integra el Grupo de Escritores Piquenses
(G.E.P.). Les dejo de su prolífico trabajo dos relatos cortos, de recuerdos de
infancia, y un par de poemas. También se presenta con otro poema. Espero
disfruten su poesía clara y luminosa.
CERTIFICADO DE NACIMIENTO
Este breve papel envejecido
testimonia que en una casa pobre
una niña nació. Más nada dice
que fue encontrada por doña María
debajo de un repollo. Ella era la elegida
para llevar encargos similares
dejados por cigüeñas misteriosas
que nunca nos mostraron.
La madre, doña Águeda Brunacci
que tiene ya dos niños y mil necesidades,
se resigna a uno más - suerte que es niña.
Ella es por tradición buena cristiana
y por imposición madre abnegada.
El padre, Juan Castelli, es italiano,
chacarero y peón de suerte escasa,
iluso y soñador, muy pocos bienes.
Los astros ese día señalaron
que la niña sería contestataria,
díscola y terca,
y gracias a que Libra estaba en turno,
tal vez fuese poeta.
El nombre motivó algunos enojos.
dijo - Yolanda, como la princesa.
La madre no opinó, guardó silencio.
El padre Juan -¡Jamás!, bramó ofuscado.
(ese era el nombre de la yegua
de un avaro patrón de mal recuerdo).
Sus ojos se encontraron un instante
con la mirada mansa de la abuela
y dijo - Lucía Ángela. Se va a llamar como ella.
Y aquel mil novecientos veintinueve,
año en que en Wall Street cayó la bolsa,
en Trenel, Territorio de
el registro civil nos asegura
en un papel que ya me iguala en años,
que en el número ciento veintiséis
queda labrada el acta
del nacimiento de Lucía Ángela
ocurrido en el día tres de octubre.
Sexo no especifica, pero soy yo,
hija de Juan y de Águeda.
Firma Manuel Degreef, el encargado,
ferviente radical de misa diaria y dudosos principios.
Hay un sello oficial desvanecido
del Juzgado de Paz, corroborando.
CEREMONIAS JUNTO A LOS FOGONES
En mi casa,
el mate era la bebida oficial. No había mates más ricos ni más aguantadores que
los preparados por mi mamá: prendía el fuego, sacaba una brasita, la ponía en
el jarro con un terrón de azúcar y entonces la cocina se cargaba de un humo
oloroso y mi mamá, ahí en el medio con la pava hirviendo llenaba el jarrito
saturado de yerba, que rápidamente se cubría de espuma.
Sin embargo,
alguna vez yo también anduve en tratativas para sumarme al bando de los
tomadores de té. Confieso que apenas tenía seis años y mi abuela era muy hábil
para los sobornos. Cada tarde, al volver de la escuela, me esperaba con una
taza exhalando vapores y acompañada por un vaso chico – mi vaso privado-
colmado de vino, el Freixa que se compraba suelto en el almacén de ramos
generales.
No conocía
entonces la palabra ambrosía, pero supongo que ese podría ser el sabor de aquel
té mezclado con vino de cada tarde. Además tenía algo de mágico el ritual
diario de la abuela, sacando las hebras de la caja de lata donde dos mujeres
vestidas con trajes raros y unos palitos atravesados en el pelo parecían
dedicarle una reverencia al señor sentado, que ni las miraba.
Té
…de…Cey…lan, deletreaba yo.
-¿Qué quiere
decir, abuela?
La abuela,
paciente como siempre, me decía que era un país que estaba tan lejos que sólo
se podía llegar atravesando el mar. Yo tampoco sabía qué era el mar, pero no le
iba a preguntar ahora que justo está llenando con agua caliente la tetera de
terracota traída quién sabe de dónde.
La maestra
puso el grito en el cielo cuando al preguntarme si merendaba, contesté ufana:
·
¡Sí, té con
vino!
Llamó a mi
mamá para recordarle sus deberes, entre ellos procurar que yo tomara leche.
Yo seguía
igual, mate por las mañanas, té con vino por las tardes. La leche no entraba en
las lista de mis sabores preferidos.
A partir del
llamado de atención no sé qué le pasó a la abuela. Ya no me llenaba el vaso y
un día me dijo que era mejor dejar el vino, por las dudas.
La culpa la
tuvo doña Martina Mitta, la vecina. Una mañana se apareció con una masa informe
sacudiéndose en un plato. La pusieron en un frasco. Le encargó a la abuela que
lo llenara de té azucarado, que todos los días tomara una taza y volviera a
llenarlo.
-Se llama
hongo del té, informó misteriosa, como si revelara la fórmula de la
inmortalidad. Y dejó entrever que tenía virtudes para todas las dolencias.
Cada tarde
me daba una taza; no era agradable, no, todo lo contrario. Esto no era té con
vino, sino té de hongo. Las diferencias eran notables. Con aquel sentía ganas
de cantar, tal vez debido al color rosado que pronto subía a mis cachetes. La
abuela y yo seguíamos tomando el té que sólo sabía a humedad, engañándonos.
·
Es por nuestra salud.
El hongo,
quizás por efectos del té, comenzó a crecer hasta desbordar el frasco. La
abuela lo pasó a otro más grande, después empezó la mutilación, pero esa cosa
pegajosa era incontrolable. Al final mi mamá, que tenía sus creencias, dijo que
eso era un despropósito, que si crecía de tal manera era una señal, que podía
ser algún demonio y que quien sabe que nos podía pasar, y aprovechó para
recordar algún pasaje del Evangelio interpretado a su manera. Después levantó
esa cosa que temblaba como un flan y la echó de la casa sin consideración.
Desde
entonces el té forma parte de las cosas desagradables de mi vida. A raíz de eso
me volqué al mate apasionadamente. Es un gasto que no lamento.
El mate me
permite escribir, leer, escuchar radio, recibir amigos, mientras contamos
sueños, proyectos, desengaños, ilusiones.
Y no hay
horarios especiales, ni gustos especiales. De mañana, de tarde, de noche, antes
de almorzar… con un trocito de limón, con una pizca de café, hasta me animo con
los que me ofrecen mis hijas, cargados de cedrón o peperina, y me resigno a
compartir algún amargo con mi amigo Carlo. Soy tomadora compulsiva, pero en
tantos años de tomar y cebar nunca aprendí a prepararlo como la gente. No sé si
es porque el agua es demasiado fría o demasiado caliente, o porque el azúcar ya
no viene en terrones y la yerba suelta de entonces era superior a la mejor de
las marcas de hoy.
Por más que
me esmere –una cascarita de limón, la yerba hacia un costado, pasar la bombilla
por azúcar para que no se tape, primero agua fría , después caliente, esperar
hasta que esponje- no hay caso, nunca pude lograr para mis mates el aspecto y
el sabor de aquellos que mi madre preparaba. Con un fondo de azúcar quemado,
ahí, en medio del humo oloroso de la cocina.
De todos modos pasé sin problemas al grado inmediato,
primero superior. Aquí la memoria traicionera no me permite recordar si fue
entonces o cuando ya estaba en segundo,
que la abuela, con quien vivía, me
sorprendió con el regalo del libro de lectura. ¡No lo podía creer! Yo era la
única dueña de un tesoro. El libro de lectura Jugando.
Tal vez su autor fuera Germán Berdiales, muy en boga
en aquel tiempo. Tenía estampada sobre su tapa brillante una ronda de enanitos,
que justificaba el título, y la poesía alusiva en las primera páginas:
Cuando está la luna sobre el horizonte
hadas y enanitos juegan en
el monte.A las esquinitas, a la rueda-rueda,
juegan los enanos bajo la arboleda.
La abuela ordenaba lavarme bien las manos antes de
hojearlo, cuidar que no se doblaran las hojas, no abrirlo demasiado,
conservarlo con su forro, guardarlo en
su lugar.
Debe haber sido uno de los momentos más felices de mi
niñez despojada, por-que el libro me
familiarizó con los versos sonoros de Rafael Alberti, G.
Berdiales, Rafael A. Arrieta, Baldomero, Gabriela
Mistral, Alfonsina y Juana de Ibarbourou.
Me parece estar viendo a la abuela, analfabeta y dulce, sentada a mi lado en el
banco astilloso. La abuela me hacía memorizar las canciones de su patria – que
aún tarareo- y yo descifraba para las dos los misterios de aquellas páginas.
Sí, ese debe haber sido el momento más feliz. La abuela
y el libro lograron instalar en mí el amor por la literatura, por la poesía,
que aún me acompañan. Y siempre van de la mano en mi recuerdo.
PEONCITO
TEMPRANERO
No mide ni dos palmos.
En la calle profunda
apenas llega al borde de la acera.
Entre las herramientas y el tránsito
casi no se distingue.
Sin embargo es difícil ignorarlo.
Lo vi hacer malabares con la pala,
llenar los baldes, subir los escalones,
alcanzar la vereda
y bajar otra vez hasta la calle,
obraje improvisado,
testigo de la fuga de su infancia.
No lo pensé dos veces, me detuve,
le pregunté ¿qué hacés?
Me salió al paso una sonrisa ancha.
-Por la tarde trabajo con mi viejo…
¿Vas a la escuela? Sí, por la mañana.
Y siguió con la danza de sus brazos
revolviendo la arena y el cemento,
colmando baldes ávidos.
Peoncito tempranero.
Le dije chau, él agitó la mano
y seguí lentamente por la calle
con un pellizco ardiente en el costado.
LOS PUEBLOS
Cada
pueblo era casi un calco de los otros:
a la vera
de trenes recién amanecidos,dispersos, cabizbajos, los ranchitos de adobe
eran matas oscuras sobrepasando apenas
a las del pasto puna o el grisáceo olivillo.
Las casas de ese tiempo tenían corredores,
las piezas en hilera, cocinas en martillo,
postigos custodiando las frágiles ventanas
y rústicos encajes de macramé en los vidrios.
El fogón calentaba la pava ennegrecida.
El mate, omnipresente, siempre engañaba al frío.
Empecinado, el humo se instalaba en los ojos,
ponía en las paredes sus fúnebres matices
y estrellaba sus furias
en los techos de chapas que lloraban hollines.
En los patios, el pozo era un túnel sombrío
con roldanas chirriantes,
una soga dejando escozor en las manos
y al final la frescura fugándose del balde.
Cada pueblo era copia casi exacta de otro:
custodiando la plaza, una comisaría,
la escuela y el correo, la iglesia, el municipio.
Alrededor, las calles de tierra apisonada,
más allá alternan surcos de tierra y de gramilla
donde el viento enloquece con cada remolino.
Y los hombres… volviendo de cosechas escasas
con las manos gastadas, con los ojos perdidos.
Y los hombres… buscando el cómplice boliche
para olvidar pesares en el vaso de vino.
Los
amigos agitaban pañuelos en el andén y el trencito puso rumbo a la provincia de
Córdoba, para recibir a otro pasajero que ya nos ha acompañado: JUAN CARLOS AVIÑÓ. Nació en Paraná (prov. de Entre Ríos)
y reside desde el año 2.006 en SALSIPUEDES (prov. de CÓRDOBA). Integra el Grupo Independiente de Artistas “XAmorArte” y el Caldero de Escritores y Poetas de Salsipuedes. Publicaciones:
En la fragua (poemario) (2009) Mi lado izquierdo (poemario) (2010) La búsqueda (novela) (2011) Desde el fuego … (poemario) (2011) Rescate (poemario) (2013). Asiduo
participante de encuentros de escritores y poetas en distintos lugares del
país, lleva consigo una propuesta de contenido reivindicativo de lo
eminentemente humano. Les dejo aquí sus poemas.
E Mail: ultimaguarida@gmail.com
No te olvides que estoy …
No te olvides.No descubras en mí
solo la estupidez de un hombre.
No te quedes a mitad de camino en la mirada.
Porque la historia siempre estará seca,
al rescate fatal de lo pasado.
Es tiempo de caricias para el alma,
de encontrarnos detrás de nuestro aliento,
de sabernos a mano
uno del otro.
No te olvides que estoy, amiga mía …
No te olvides.
SÍNTESIS
Amo.
Amo que ame
y ama.
Teme.
Teme que tema
y temo.
Sabe.
Sabe que sé
que sabe.
ESPERO EN CASA
Enséñame tu herida,
en un desnudo intento de rescatar el fuego,
los gajos de la fruta,
las copas de la risa …
Regálame la estirpe
que aún te ronda la sangre,
que sostiene banderas
de hermandad,
de utopía …
Te espero en el abrazo,
el silencio y el verso,
en la casa en que viven
tu verdad y la mía.
ES TUYA …
Te sigue cada día.
Nace de tu pie con la estaturaque pretendes tener en las mañanas.
A veces está ausente
y aún sigue siendo tuya,
no importa que la olvides,
percibas,
o la ignores …
Compañera callada,
tenaz perseguidora;
tu sombra es más que sombra:
es el dolor que arrastras.
UN POCO MÁS
Quédate …
Un poco más tan solo.Permite que el perfume
traspase la coraza que forjé con el tiempo.
Quizá perseverando
detrás de mis quimeras,
pudieras redimirme de tanto desperdicio.
De todo el despilfarro,
de perseguir fantasmas,
falaces promesantes de inalcanzables cumbres.
Quédate …
Tal vez con la mañana
celebremos la risa,
el regalo del sol que nos habita.
TRAVESÍA
Embarcamos,
después de otras tormentas.
Ocultas cicatrices
bordaron el temor
en las miradas,
en los besos,
hasta el nuevo naufragio,
previsible.
A salvo ya,
persiste
cierto dolor de espina
que se quedó clavado en el recuerdo.
del cuaderno poético “RESCATES”
Degustamos
unos mates con peperina, acompañados de los infaltables criollitos, y la
locomotora se dirigió a la vecina provincia de Santa Fe para recibir a la
siguiente pasajera: ELSA HUFSCHMID. Nació y vive en
la capital de SANTA FE. Comenzó a
escribir hace 15 años cuando se integró al taller literario "Los juegos
del tems". Con ellos participó de una antología, "Los juegos del tems" en julio del 2000 editada por la Univ. del Litoral. Desde
hace 7 años es coordinadora de un taller literario. Durante seis años fue
integrante de la comisión de S.A.D.E. filial Santa Fe. En 2004 publicó "DE MI" una pequeña revista
con sus decires. En 2006 la
Cámara de Diputados de la Prov. de Santa Fe, imprime un libro para niños, “Sueños y magia del Colorín Colorado"
antología de la que participó. Asimismo integró en 2006 “Letras Argentinas de Hoy" Ed. De los cuatro vientos. S.A.D.E.
Santa Fe, editó "Antología 30* Aniversario" en 2006 de la que fue
coordinadora y participante y por último con nueve escritores amigos en 2008
publicó "Arena de nueve
cantos", antología. "Inventiva social" revista virtual
publica sus escritos; también revistas digitales e impresas de su ciudad. Les
dejo algunas palabras suyas: “Soy
lectora compulsiva y no me gustan los autores que amontonan palabras difíciles
que tengo que leerlos diez veces ... y no los entiendo. Me incliné hacia la
literatura cuando mis hijos volaron y "mi copa quedó vacía". En menos
de un año mi casa quedó sin ruidos, mis cuartos fríos, limpios, ordenados pero
con deprimente soledad. Entonces cambié el sillón del psicólogo por una silla
en la biblioteca y me encontré con mil mundos y mil vidas, me zambullí en los
libros y en estos últimos veinte años las letras fueron mi compañía, aparte del
amor de mis cinco hijos, quince nietos y quince bisnietos. Pero no soy vieja,
soy antigua y todavía puedo bailar.” Les
dejo hoy sus poemas, reflejo de sus emociones y sentimientos.
E Mail: elsifumi@yahoo.com.arCinco sentidos dando tonos,
a la entrega del placer por amor.
El oído
acunado en palabras suaves.El gusto
halagado por sabores.
El olfato
acariciado por los perfumes del cuerpo.
El tacto
entibiado en el recorrido de piel estremecida.
La vista
fijando contornos y declives.
El sexo
dirigiendo con armonía.
Sin público, sin directores.
Solo dos participantes,
gozando acordes interminables.
DECISIÓN
Estoy al
borde del precipicio de tus ojos
siento
que balanceo el cuerpo.Mis pies descalzos sufren las púas de las piedras,
mis manos sangran, apretadas, tensas.
Hay en mi pecho un golpeteo de tambor rojo.
Baña mi boca un sabor a flores, a vida, a miel.
Y me duele mirarte
y no quiero.
Pero
el huracán me empuja.
Y me dejo caer blandamente.
ESA PALABRA
Dame esa palabra hermano
esa, la que penetre,la que indague,
la que hurgue en las entrañas.
Esa palabra creada para llorar,
calentar la sangre
enervar los sentidos.
Esa que usó Whitman,
Benedetti, Rubén Vela.
Y no la busques demasiado.
Está allí, al alcance de tus ojos.
Es la que gastan los poetas.
La que molesta a los tiranos.
Murmura esa palabra hermano
o la cantas, o la gritas
hasta quedar sin voz.
Y la escribes en las paredes
en las plazas y veredas.
PAZ
Paz PAZ
Paz PAZ
Paz
JARDIN
Llevo retinas color
naranja.Llevo en mis manos
tierra generosa.
Es el jardín de Teresa,
la paleta desprolija
de un pintor
desahuciado de los grises.
Tengo guardados en el bolsillo
un beso robado, chiquito,
un rubor, una lágrima,
olor a glicinas, un pimpollo seco.
Tengo una almendra mordida,
un viejo libro de cuentos,
el ruido de un tranvía,
un campo de lino celeste.
Aquel primer día de escuela con guardapolvo
almidonado.
Tengo el bolsillo estirado ya no caben más recuerdos,
pero vienen a montones cabalgando golondrinas.
Quiero guardarlos a todos, que me acompañen, me mimen,
tenerlos apretaditos, que no escapen.
Tengo el bolsillo pesado. No importa.
Dimos una vuelta por la
costanera, nos deleitamos con la vista del río y ¡había que seguir viaje!. Pues
en Buenos Aires aguardaba el último pasajero, mi amigo ROBERTO SURRA. Nació y vive en BUENOS
AIRES. Ejerció
el periodismo gráfico, oral y televisivo. Ha realizado recitales y conferencias
fuera y dentro del país. Fue Seleccionado por la Academia Porteña
del Lunfardo y recibió premios de la SADE
Nacional y del Instituto Nacional Arturo Jauretche por su labor
poética. Fue co-fundador de la Casa de la Cultura de Tres de Febrero
y Subsecretario General de esa Municipalidad. Fue el responsable periodístico
de las columnas de cultura de Cablemundo, Mega-Cable y Multicanal (1995–96)
además de productor y conductor de Estación
Cultura programa semanal dedicado íntegramente al quehacer cultural en el
Conurbano Bonaerense (Multicanal 1996–97). En 2000, fundó la revista Suburbanía, noticias de Cultura. Desde
estos distintos ámbitos del periodismo, se dedicó por entero a difundir la obra
de las entidades culturales y de las Bibliotecas Populares de Tres de Febrero.
Convocó al Primer Encuentro de Entidades Culturales y Artistas
Independientes de Tres de Febrero (1996) y las Primeras Jornadas de Cultura y Universidad (HCD de Tres de Febrero
1996). Ese mismo año impulsó la creación de la Asociación Amigos de la
Universidad Nacional
de Tres de Febrero. Organizó Primera
Exposición de la Cultura
en Tres de Febrero (1997). Durante 1998 y 1999 realizó dos encuentros de
escritores del Gran Buenos Aires, en los que participaron representantes de
veinte distritos abordando temas referidos a la gestión literaria en el sector.
Fue co-fundador de la SADE
Tres de Febrero y dos veces consecutivas presidente de dicha
entidad. Integró la conducción nacional de la SADE Central
(1997-2000) que presidía el licenciado Carlos Paz. En 1998 fue elegido Hombre del Año en la Cultura por las
entidades culturales de Tres de Febrero. Recibió distinciones en el ámbito
local y provincial como escritor y por su labor periodística difundiendo la
obra de los artistas locales y regionales. Es presidente de la Biblioteca Popular
General San Martín y el creador del sitio www.cultura3.com. Actualmente, está a cargo de la Oficina Municipal
de Letras de Tres de Febrero. Obra editada: El último poeta (Poesía 1991) Aproximación a Leopoldo Marechal (Ensayo
1998) El partido justicialista, hoy y
así, ¿para qué sirve? (Ensayo 1999) Aproximación
a Enrique Santos Discépolo (Ensayo 2000) A mi manera (Poemas y cuentos 2003) Peronismo y Cultura (Ensayo 2003)
Del amor, de Juan y de María (Cuentos
y poemas 2006) Incorregibles, (un
anecdotario peronista) (Narraciones y poemas 2006). Del Evangelio apócrifo y mistongo; Lunfardía y Atorrancia y de
algunas canciones. Integra –entre otras–
las siguientes antologías y selecciones: Antología de los Cien Mejores
Poemas Lunfardos (1995) Academia Porteña del Lunfardo. El siglo por la ventana
(1999) Ronda Literaria (2000) El
compromiso de los escritores (2001) Homenaje a Caseros a 110 años de su
fundación (2002) La
Fogarata I (2001) El libro de los encuentros (2001) La Fogarata II (2002)
Diccionario Histórico Argentino (Obra dirigida por el Profesor Fermín Chávez –
2005). Hoy nos deja sus poemas y un texto que me pareció interesante por las
reflexiones que plantea.
E Mail: cocosurra@gmail.com
Acaso
con gorrionear sea muy poco;
hacerme
más humilde, volar bajo,vestirme con pilchitas proletarias.
Habría que probar golondrineando;
construyendo de a dos las primaveras,
renovando paisajes ...regresando.
Gaviotamente lo intenté rotando
tu litoral, tu océano, tus playas
Acaso apalomado,
girando con las madres por la plaza
comiendo de la palma de un abuelo.
Si pudiese jilguerear te juro
cantaría de prepo en tu ventana
diciéndome mi amor gritonamente,
gritándome mi amor –por vos–
aunque dijeras ¡basta!
y aunque no escucharas.
Creo que nos espera otro paisaje;
de imbéciles cotorras que no entienden,
de andina soledad y rebeliones.
de altura y mucho vuelo;
para llevar el pan de miga y el del alma
a la patria común
y a los pichones.
Alivio en El Empalme a
Mano de amor abierta a los cafañas.
Ángel viejo nacido de Calcuta.
Madrecita de tantos olvidados:
moribundos, leprosos, miserables.
Sola esperanza de los rejugados,
de esos que son por pobres, descartables.
¡Nunca sabrán las minas del Versache!
(las de Chanel y el Papparazzi en anca)
que aunque se tenga un lomo cachivache,
se puede, si hay un alma que te banca,
ser más copado que cualquier estrella
jetsética de vida rutilante.
Vale más que cien mil horas de bella,
diez segundos de amor al semejante.
¿Qué me vienen con toda esa hermosura?
Yo, así arrugada, la prefiero, hermana,
a las princesas Barbie de armadura
cosmética, de Miss Americana.
Guerrillera de amor para esas minas
que se emparientan con su ejemplo posta
y lejos de blindadas limousinas
se meten como usted entre los crosta.
Madrecita de todos. ¡Compañera!
perdone mi lunfardo y mi atorrancia.
¡Viejita linda! ¡Jermu verdadera!
Tenga a Dios en Su gloria... (sin jactancia).
El
fútbol es real, bien real. Es algo que se resuelve en el universo de lo
concreto. Se compone de personas, de arcos macizos, de estadios imponentes, de
jueces y de un código jurídico. Pero de vez en cuando, en un partido, hay
instantes en los que se filtra la magia, la fantasía de la gambeta, la genialidad
del pase, el fabuloso reino del segundo en el que la pelota viaja hacia el arco
y parece que va a entrar pero no, o amaga irse afuera pero sutilmente atraviesa
la línea definitiva, la frontera de las victorias y las derrotas.
Alguien podría definir este escenario como
de “realismo mágico” pero ése es un lugar tan común que quisiera no habitarlo.
Prefiero suponer que es la vida. Que el fútbol es la vida. La vida que soñamos
justa, la vida en la que el país más poderoso del planeta, podría llegar a perder
con Togo o con Ghana. A mí me gusta más la gol-banización
que la globalización. Me parece más democrática.
La maravilla del mundial de fútbol es que
en nuestro país (y en muchos otros) convoca a todos y de repente en un living,
un café, una escuela o en una oficina, encontramos abrazados a los de Racing
con los de Independiente, a los de Atlanta con los de Chacarita y hasta a los
de Ríver con los de Boca, bah, no sé si tanto, pero convoca a todos, hasta a
las mujeres y podemos sentarnos tranquilos en casa a mirar un partido con la
compañía de nuestra esposa e hijas.
Sí, el fútbol convoca a todos y tal vez sea
porque es algo absolutamente real, y algo categóricamente mágico. Como la
patria. Como nuestra querida, maltratada, celebrada, sufrida y a veces desconocida
patria, con sus pobres y sus ricos, sus barrios cerrados hacia afuera por el
poder, o hacia adentro por el miedo y sus millones de historias intangibles.
Por eso es interesante esta coincidencia en la que el mundial de fútbol se
juegue en el mes en que los argentinos celebramos el día de la bandera. Porque
la bandera, utilizada por soldados y legiones, izada y arriada a diario en
miles de escuelas, venerada por muchos y maldecida a diario, es utilizada
durante las justas deportivas para manifestar la alegría y para servir de
puente entre los que nos representan ante el mundo futbolístico internacional y
quienes seguimos aquí con nuestras rutinas, nuestras vocaciones y nuestras
esperanzas, aunque durante este mes con una pizca de mágico condimento que hace
más sabroso el diario existir.
Podría decir que es una vergüenza que el fútbol mundial sea el único momento en el que se agita con pasión la bandera azul y blanca –devenida hoy en dudoso y desteñido celeste– pero no voy a hacerlo. Me niego a hablar mal de fútbol en beneficio de un supuesto patriotismo. Y me niego por dos razones: primero porque no quiero parafrasear a esos intelectuales de pacotilla que sacan patente de sabios burlándose de nimiedades; segundo porque no es verdad.
El fútbol, tan mágico y tan real, es quizás uno de nuestros pocos íconos de la unidad en la alegría y en la tristeza. Como la bandera. Y si sólo tenemos victorias deportivas, y si sólo nos juntamos por el fútbol, la culpa no es de él, sino de las desgracias nacionales que nos han hecho perder el fervor patriótico por la bandera, por la política y por todo lo nuestro.
Boca tuvo un arquero llamado Vaca que una
vez contó que cuando el fútbol era aficionado y la vida se resumía a laburar,
entrenar y jugar, a ellos les tocó perder ante Ríver y terminaron el centro de
la cancha llorando como niños “por el deshonor que había sufrido la camiseta”.
Recuerdo los días en que los militantes nos
emocionábamos y nos enorgullecíamos por trabajar gratis para nuestro
movimiento, porque servirlo era para nosotros como servir a la Patria. En ambos casos “la
camiseta” o “la insignia” eran cuestiones cuasi sagradas.
Los tiempos han cambiado. Pero la culpa no
es del fútbol ni del mundial, así que invito a que no lo vivamos con culpa.
Celebremos su llegada descorchando la alegría y aprovechemos para abrazarnos
con aquellos que después de la magia del mundial volverán a sus trincheras de enemigos (o a lo mejor no) a esa
trinchera estúpida, amarga e inexplicable, pero tan real como la vida misma.
Saquemos las banderas, colguémoslas en los
balcones, en los tanques de agua, en los alambrados, en los autos, en los
carros, en los pizarrones. Llevémosla como poncho criollo para que nos defienda
del frío extremo, del calor extremo y de todos los extremos. Agitemos la
bandera argentina en cada gol, que así, sin que nos demos cuenta, sin que los
demás se enteren, sin temor a la cursilería, aunque alguno venga a burlarse,
sentiremos una emoción parecida a la emoción de la Patria.
Si ocurre eso les aseguro que más allá de
los resultados, estaremos ganando.
El
trencito estaba cansado y decidió regresar al pago. Y aquí los espero con sus
cuentos y poemas (más una minibiografía) en nuestro nuevo mail: letrasenelanden@gmail.com
La
maquinista se tomará un descanso, por eso no habrá revista en enero. Para todos
un abrazo con aroma a pampas. ¡Nos estamos reencontrando!!!!!!!!!!!
Cuando las letras se suben a una máquina de tren, no importa el tiempo ni la distancia. Están allí para ser alcanzadas por ojos ávidos...
ResponderEliminarGracias Cris por este envío y no te bajes de ese tren porque las vías continúan...
Ime Biassoni
Mi querida Cris:
ResponderEliminarFelicitaciones por esta nueva entrega literaria, por tu constancia y dedicación. Interesante selección de textos nos acerca tu Tren desde La Pampa :-)
Un abrazo, mi cariño y mis deseos que pases unas felices fiestas con amor y armonía, y que tengas un año venturoso, pleno de bendiciones para vos y tus seres amados
Analía