Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 108

¡¡BIENVENIDOS AL TREN!! …

A este tren que marcha en búsqueda de viejos amigos y para conocer nuevos. Bienvenidos a este tren que recorre países enlazando con la palabra las distintas geografías. Bienvenidos queridos pasajeros que nos brindan sus poemas y sus cuentos, reflejo de realidades o muestrario de sueños. ¿Nos vamos entonces? …

Suena la campana, humea la locomotora, pita el silbato y ¡partimos!. Nuestra primera parada será en el sur cordobés, para recibir a mi gran amigo CARLOS GALLO. Nacido por esos azares de la vida en MONTEVIDEO (Uruguay), desde chiquito vino a la Argentina y se crió en la ciudad de Buenos Aires. Estudió periodismo y su vida laboral tuvo variadas y diferentes facetas. De Bs. As. rumbeó para estos pagos de General Pico (donde nos conocimos hace una ponchada de años) y alternó el comercio con el periodismo radial y televisivo. Durante varios años presentó en la TV local, y más tarde en la de Santa Rosa (capital de esta provincia), su programa "Charlas de Café" que fue todo un éxito. Asimismo en la televisión presentó "Por la vida", el primer programa de prevención y educación para la salud de la televisión pampeana, que fue galardonado con un Martín Fierro (programa del cual en el primer año fui productora). Tuvo programas radiales en la L.U 37 de G. Pico y en diferentes FM locales. Conoció a una dama cordobesa y fue cuestión entonces de alternar entre LABOULAYE (prov. de Córdoba) (su residencia actual) y esta ciudad. Colabora con el periódico La Reforma de esta ciudad. También en Laboulaye realizó la versión televisiva cordobesa de "Por la vida". Aunque medio retobado para participar en concursos, ha obtenido premios con cuentos y poemas. Aquí les traigo uno de sus cuentos muy interesante.

EPISODIO
 

    Les había facilitado las llaves y la combinación de la caja fuerte sin resistirse. Ellos dijeron que volverían a cobrarse si los había engañado. Luego, convencidos de su situación, abrieron el gas del horno y se fueron, riéndose.

    Idiotas –pensaba- ignoraban que el dinero de las cobranzas estaba en otro compartimiento de la caja, cerrado con llave de doble paleta. Estoa imbéciles no podrían abrirla de ninguna manera.

    El bollo de papel que le habían puesto en la boca se iba disolviendo poco a poco, fruto de la saliva que segregaba profusamente. La cinta de empaque le rozaba la nariz, irritando la piel y molestándole bastante, aunque menos que en las manos que, pasadas por detrás de la silla de algarrobo y enganchada con el respaldo, casi le cortaba la circulación.

    El gas salía con un ruido cada vez más audible.

    Lo que ellos no sabían, es que Marita y los chicos llegaban en el micro de las 22, a Retiro. Como él no iba a estar, seguro tomaban un taxi. Diez y media a lo sumo estarían allí. Era cuestión de aguantar. Si pudiera llegar a la ventana.

    Comenzó a moverse, tratando de ir balanceando la silla hacia adelante, lentamente. No era tarea fácil con los pies amarrados al centro y tensados a cada una de las patas delanteras. Hacía fuerza con la punta de los dedos, encogiéndolos para lograr avanzar, pero la alfombra impedía el deslizamiento.

    Vio el reloj de la cocina. Las nueves y treinta y cinco. Si aguantaba una hora todo iba a estar bien.

    Ya sentía el olor nauseabundo, característico del gas.

    Redobló los esfuerzos con la silla. Ahora se bamboleaba de costado, pero no lograba hacerla avanzar. La ventana estaba a poco más de un metro, pero no veía como podría llegar.

    Fue en ese momento que reaccionó. Las dos lámparas que encendían con la llave de luz principal, estaban prendidas. En un instante evaluó el riesgo que corría. Había que trazar un rápido plan para apagarlas, antes de que volara todo en pedazos. Su mente de contador le hacía planificar todo con detenimiento. No era éste el caso. El tiempo urgía una solución inmediata. Tendría que confiar en su instinto.

    La lámpara de pie era un problema menor. La tenía casi al lado y la bombilla de bajo consumo que llevaba era muy frágil. Bamboleándose intensamente logró cabecear el aro de bronce de la pantalla en forma de cono. Pero no cayó. Necesitó tres intentos más para que la lámpara se desmoronase contra la repisa pegada a la pared donde arrastró tres elefantes de cristal de Murano. La lamparilla se rompió con poco ruido.

    Ahora, la cerámica china. El jarrón, heredado de la familia de su mujer, había sido convertido en lámpara luego de haber pasado por un anaquel, una vitrina y el centro del aparador sin que Marita se convenciese de cuál era su lugar. Finalmente, ya convertido en artefacto luminoso, se lucía sobre la mesita redonda.

    Calculó la distancia. Dos metros cincuenta, mas o menos.

    Sabía que es lo que tenía que hacer, pero no le gustaba nada. Tendría que arrojarse al suelo, pero solo podría hacerlo hacia el costado derecho, donde estaba la mesa.

    Ya no sentía el olor del gas y eso lo preocupó. ¿Cuánto tardaría en endentecer sus movimientos y dormirse? No se iba a dejar vencer. Tenía mucho por que luchar. Una hermosa mujer y dos chicos que lo hacían renegar pero también le daban inmensa felicidad. Y el trabajo. Que logro luego de tanto esfuerzo. Lo habían nombrado tesorero hacía solo cuatro meses. Pero para ello estudió un master, lo que significó fines de semana encerrado durante más de un año. No le habían regalado nada. Todo lo conseguido fue a través de la tenacidad y la dedicación. Y ahora esto. No, no se dejaría vencer.

    Impulsó el cuerpo con toda su fuerza. Por un segundo quedó suspendido sobre las dos patas del lado derecho del asiento. Pareciera que estaba siendo juzgado en ese instante. ¿Volvería a la posición inicial o caería? Desde ese punto de gravedad cero, comenzó el descenso. Trató de evitar el filo del borde tirando la cabeza hacia atrás, pero igual golpeó con la ceja y media nariz. El dolor recién llegó luego de estrellar el hombro contra una de las dos patas de la mesa que quién sabe por que extraño designio del ebanista, sobresalían de la línea de la tabla. Siempre se la llevaban por delante originando imprecaciones de todo calibre.

    El dolor del hombro era tan intenso que disimuló el de la ceja, que ya sangraba en forma profusa, y la nariz que se había torcido cómicamente.

    Esta nueva posición trajo algo positivo, podía respirar mejor. Ya no sentía el entumecimiento que comenzaba a provocarle el gas; aquí había aire.

    Recordó el objetivo a cumplir: la lámpara china. Superando el dolor, la pata de la mesa sirvió de punto de apoyo. Reptando a través de una leve movimiento de las rodillas comenzó a ganar centímetros. Cuando los pies pudieron hacer base en la pata, generaron un gran adelanto. La cinta se había ido aflojando un poco en virtud del tironeo y de una cierta elasticidad. Eso permitía mover un poco más los pies y así ayudar a la rodilla derecha a hacer su trabajo.

    No podía calcular el tiempo y ya no veía el reloj de la cocina. Si divisaba la puerta del horno, abierta como una boca amenazante que intentaba destruir sus logros.

    Volvió a la carga con más ímpetu aún, Ya casi llegaba a la mesa redonda.

    Le pareció escuchar ruidos en el palier. Intentó gritar, pero pese a que ya podía abrir un poco la boca, solo salió un sonido opaco y gutural. Imposible que alguien lo escuchase. Luego la puerta del ascensor cerrándose y más silencio, a excepción del ruido del horno, cada vez más audible.

    Sabía que Marita y los chicos ya estarían por llegar.

    Golpeó con la cabeza la fina pata de la mesa redonda para hacer caer la lámpara, pero no lo consiguió. Luego de varios intentos y mucha frustración decidió un último recurso.

    Se arqueó cuanto pudo y llegó a oprimir al moletón que cubría la mesa entre su lastimada ceja y la pata. Fue deslizándolo lentamente, sabiendo que arriba, el jarrón chino se desplazaba. Cada centímetro era un nuevo dolor que se sumaba. Pero allí iba, sin aflojarle nada, poniendo rabia en la tarea.

    Por fin, la porcelana cayó haciéndose añicos contra el suelo. Pero la bombilla seguía alumbrando. Todo se había roto menos el portalámparas y ella. Levantó la rodilla y la pulverizó, casi con placer. No le iban a ganar. La oscuridad no era contra. Conocía la casa a la perfección. Su próximo objetivo, la ventana, se encontraba a no más de dos metros.

    Los movimientos ya eran torpes. Todavía se daba cuenta, pero no sabía por cuanto tiempo. Debía llegar a la ventana.

    Arrastrándose con la silla a cuestas parecía un caracol. La comparación le hizo gracia.

    Debió pasar sobre los finos vidrios de la bombilla, lo que le ocasionó varios pinchazos a los que no le dio importancia. Era tanto lo que le dolía que ya no le dolía.

    Después de un rato llegó. Como era una ventana balcón, comenzaba a 30 cm. del piso.

    Necesitó dar toda la vuelta para quedar de espaldas y comenzar a impactar el vidrio con la pata izquierda de la silla. Nunca imaginó que el vidrio fuese tan resistente.

    Por fin, después de ardua tarea, el vidrio estalló. No imaginó jamás que ese sonido le pudiese parecer tan agradable.

    El departamento estaba inundado por el gas. El sonido del horno parecía un largo chistido.

    Logró darse vuelta nuevamente para acercar la nariz al vital oxígeno. Si bien la persiana estaba baja, sabía que por un pequeño resquicio penetraba aire como para mantenerse vivo.

    Se sentía triunfador.

    Ahora llegaría su familia y lo rescataría de esa situación. Ya no había riesgo de que intentaran prender la luz generando una explosión. El olor del gas los alertaría. Y él los habría salvado.

    Su mente discurría sobre cómo sería la recepción en el trabajo y en cómo relataría los hechos a sus amigos, cuando escuchó el ruido del ascensor. Y a continuación el murmullo tan reconocible de los chicos, las valijas y el cierre de la cartera de Marita.

    Pasó un siglo sin otro ruido.

    Golpearon la puerta como el acostumbrado ta-ta-ra-ta-ta ta-ta y escuchó la voz de su esposa: “Viejo ¿estás ahí? … ¿Viejo? … Me olvidé la llave …

    Intentó gritar, pero otra vez salió ese sonido extraño, cavernoso, que no podía reconocer como suyo.

    Nunca pudo escuchar el sonido del timbre.

 
Nos despedimos de Carlos y el trencito decidió llegarse hasta la capital: Córdoba, para recibir a otra amiga que ya ha viajado con nosotros: CLARA PELLEGRINI. Nació en CÓRDOBA, ciudad donde reside. Es escribana. Ha obtenido premios y distinciones nacionales y provinciales. Libros publicados: “Lo que queda” (Ed. Argos – 1993); “Palabras en refugio” (Ed. del Copista – 1999) y “Esa perdida voz” (Ed. del Copista – 2006). También ha integrado varias antologías poéticas. Concurre a encuentros literarios en diversas provincias de nuestro país. Les traigo sus poemas de filosófica profundidad.

 
                            PATIO

La imagen de mi patio, surcando las distancias,
    a veces se presenta coloreado de sol,
y una magnolia antigua se yergue generosa
cobijando ese manto de acartonadas hojas,
con murmullo de nidos, y blancura de flor.
 
Otras veces, el patio se viste con las sombras
y las penas reviven, y el dolor se hace canto,
se hace latido, se hace silencio, se hace llanto,
pero hay siempre palomas intentando volar.
 
Y cuando, en mi memoria, puedo volver la patio,
    cromático de flores, de flores aromando,
el viento del pasado me envuelve, me contiene
como la luz de la tarde, que, serenamente, muere.
 
 
CENIZAS
 
El árbol, a fuerza de parir hojas muertas,
hace cruces de sus ramas,
con el viento.
 
Tallado a angustia y cuchillo,
tu nombre ha muerto,
crepitando entre las leñas.
 
Sólo el viento, escriba del epílogo,
cómplice del olvido,
dispersa esta historia de cenizas.

 

REGRESO
 
Dormía y a deshora, despierto
en el vientre de mi madre.
Me arrebujo entre las aguas,
y libero mis ansias de escape.
 
Ella me presta el cuerpo.
En su tibia oquedad, descruzo los brazos,
abro los puños, flexiono las rodillas.
Encuentro el camino.
 
A deshora, mi nostalgia de semilla
me despierta.
Sin amparo.
Sin madre.
 

¿DE DÓNDE VIENE?

De pronto, el sonido parece venir de todas partes,
recorre la casa, se exhala en los rincones
y alucina penetrante, filoso como un puñal.
Aislado en su soledad, de pronto
el sonido parece venir de todas partes.
 
Trata de proteger sus oídos
y allí percibe, que aunque no nace de él,
el zumbido recorre su interior, descubre sus secretos.
Entonces grita. Grita para espantar fantasmas
o para que se muestren.
 
 
Se oye ajeno, como si fuese otro.
Otro, desconocido, pero él mismo.
Y soy yo. Yo mismo, el que grita. Soy yo.
Por todos mis silencios, por todos mis miedos, grito.
Por lo que no supe, no quise, no pude, grito.
 
Y grita él, aislado y solitario.
 
El pasado se cuela, intruso,
reivindicando recuerdos. Y somos dos.
Y somos uno. Y no sé cuál de entre nosotros,
acopla su grito al sonido, que, de pronto,
parece venir de todas partes.
 
 
LUGAR
 
Porque el otoño conspira en mi ventana
y el árbol me insinúa
la desnudez del que se pierde para hallarse,
me abro a los recuerdos
despojada de nostalgias.
 
Allí retoza un niño,
su vocación de pájaro,
en el vaivén de su columpio.
El adolescente borronea
sin recato, sonetos de amor,
llenando el canasto de suspiros.
 
Allí se rompe un vestido de novia
en jirones de olvido
y el espejo devuelve la imagen
de quien no se halla, porque está perdido.
 
La tarde me ofrece este otoño. Lo disfruto.
Y aunque el árbol se desnuda con el viento,
la savia descansa en sus raíces.
Evoco mis recuerdos al crepúsculo.
Los guardo, raíces, sin nostalgias.
 
 
ENTONCES ERA EL MIEDO …
 
Entonces era el miedo.
El miedo anidado en las entrañas.
El miedo resonando en la puerta.
La aldaba, de pronto, un arma letal.
El miedo que despierta e irrumpe,
en medio de la noche.
Tres golpes en la puerta, sigilosos.
Tres golpes trepados a la muerte.
Tres peldaños al infierno.
 
Tardo en vestirme.
Tardo en arreglar mi pelo.
Mi cara, absurda en el espejo,
procura desterrar el miedo,
inaugurar un gesto de sorpresa,
como a quien turban en el sosiego,
como a quien se despierta del sueño,
y no se desvela por noches de espanto.
 
Tres golpes. Tres puñales.
Abro la puerta. Las sombras avanzan.
Los fantasmas se trepan al viejo reloj,
y en lugar de doce campanadas,
golpea tres veces.
 
Tres tiros en la noche.
Justo, justo, en medio del pecho.
 
 
                                    de su libro “ESA PERDIDA VOZ”
 
 
Compartimos unos matecitos y los criollitos de rigor y, ya que estábamos cerca, la locomotora quiso llegarse al aeropuerto para dar un salto sobre el Atlántico e ir en busca de un nuevo pasajero en SUIZA. Ya nos acompañó ULISES VARSOVIA y les recuerdo sus datos (en propias palabras): Nací el 2 de julio de 1949 en Valparaíso (Chile), cuyo mar y sus tempestades marcaron definitivamente mi persona y mi poesía. Estudié varias asignaturas humanísticas, y trabajé en tres universidades, tanto en historia como en historia del arte, al mismo tiempo que escribía poesía. En 1985 salí a doctorarme a Alemania, y como mi mujer es suiza, pude trabajar y quedarme en SAN GALLEN (SUIZA), ciudad en cuya universidad hago un par de lecciones. He publicado 28 títulos de poesía, cinco de ellos en Chile, y tres dedicados a Valparaíso, el último: “Hermanía: La Hermandad de la Orilla, en Apostrophes de Santiago (www.apos.cl). El libro más antiguo que he publicado es “Jinetes Nocturnos”, de 1974, pero tengo otros inéditos más antiguos. En 1972 publiqué un cuadernillo, “Sueños de Amor”, que circuló sólo entre amigos. Me han publicado más de 70 revistas de literatura de todo el mundo, en varios idiomas, y repetidas veces, y estoy en numerosas páginas web. En agosto del año 2006 salió a la luz en Sevilla, España, mi libro de poemas “Anunciación. Ángeles y Espadas”, publicado por la Asociación Cultural Myrtos. Esta misma entidad acaba de publicar mi “Antología Esencial y Otros Poemas (1974-2005)”, que incluye dos poemas de cada poemario publicado, es decir, 52 poemas "esenciales", y tres poemas de 12 libros inéditos, lo que hace un total de 88 poemas. Lo último mío aparecido es “Vientos de Letras”, también antológico, en colaboración con el poeta andaluz Alexis R., editado por Myrtos. De los 28 poemarios publicados, sobresalen Jinetes Nocturnos, de 1974/75, Tus náufragos, Chile, de 1993, Capitanía del Viento, de 1994, El Transeúnte de Barcelona, de 1997, Madre Oceánica, Valparaíso, de 1999, Megalítica, de 2000,  Ebriedad, de 2003, y la Antología Esencial.”
De la Antología (y por cuestiones de espacio) les dejo hoy unos poemas.
http://ulisesvarsovia.tripod.com
E Mail: ulises.varsovia@bluewin.ch
 
 
CAPITULARIA   (De: Jinetes nocturnos. 1974/75)
 
Todo suceda de un modo que acorrale mi intelecto
en una región de ciegas luces invertidas
donde un hálito letal sople, circule y someta
lo desatado que llevo y galopa sollozando.
 
Lo cruento sobre el aire de la atmósfera de besos
que allí se determine y al aire se reduzca,
vencido su elemento de fragor lácteo y terrestre
por un eclipse súbito de patas y metales,
y al labio que agoniza herido en su costumbre
la extremaunción del beso y el aliento no socorran,
y no sean acudidas por un agua de desorden
las dulces manos cóncavas de sed enardecida.
 
Yo sufro de un sistema circular e intransgredible,
de una paloma marchita apenas volando,
de un día innumerable dividido en ceremonias
que arrastra como un río mis sobrevivencias
hacia el nocturno ascensor que en mis párpados espera:
allí vive lo ajeno, lo más mío que amo.
 
Allí comienza el pasto que acometo inútilmente
con manos detenidas y sed en suspenso:
se muere también el alma en zonas extranjeras.
 
Suceda todo sin tiempo ni nada que lo habite,
de una manera confusa que mi razón apague,
lo desatado que llevo allí su ira deponga,
y ya no escuchen mis labios el temblor de lo que crece,
y ya mi sed se resuelva en los frutos de la muerte.
 
 
DE LA NOCHE   (De: Aguas tumultuosas. 1976) 
 
De la noche hasta mi corazón llegan náufragos difuntos,
viajeros que vi partir desde mis horas vacías
y cuyo rumbo guiaron sucesos conmovedores.
 
Regresan mustios y heridos, llorando de otoño espeso,
escrita en sangre y derrota la bitácora marchita,
humillados de cansancio y fatídicas desventuras.
 
No me llaméis vuestro padre ni vuestra antigua morada,
aquél que rezo y bendijo vuestra partida está enfermo,
no pidáis paternidad para el luto a mi bandera.
 
Yo sé que de noche existo como un puerto de naufragios
que el soplo de las tormentas abastece de despojos
y sólo desamparados viajes regresan pidiendo amparo.
 
Remece mi corazón el llanto de los que vuelve,
avergonzados viajeros piden perdón a mi puerta,
días que vi morir se levantan desde el tiempo.
 
Noche de estrellas azules cayendo contra el mundo,
nada conjura el acoso de su color homicida,
besa mi boca el verdugo embajador de su origen.
 
Acaso la vi partir y mis viajes la buscaron;
la vi zarpar y mis naves se hicieron hacia su ruta;
la vi fallecer en mí, y en mí quise encontrarla.
 
Acaso tal vez mis náufragos hallaron su sepultura
navegando en mi interior que en la noche reencuentro.
Acaso tal vez yo soy el único que no ha vuelto.
 
 
NO TE SEA DADO   (De: Alianza. 1977)
 
No te sea dado el movimiento
de los piélagos en fuga,
del aire inasible no extraiga
tu sed de vivir su sustento,
no salga a estallar de la tierra
la harina sagrada de la agronomía
para tu infiel ansiedad de transcurso.
 
No volverás a saber que murieron
de oprobio y rencor y de angustia,
que ya no podrán regresar a enseñarte
la invisible cerradura de los apotegmas.
 
Fueron en ti la amenaza y la dulce ternura,
la lluvia terrible y la flor en su clímax.
Ahora no quieras tu espada sangrienta
ni siglos de amor ejercidos.
Tus días de decisión se han despeñado.
 
A lo largo del lecho de muerte
se congregan las enfermedades.
No podrás escoger tu suplicio,
no pidas caer en un súbito sueño.
Tu vida pertenece a otro destino.
 
Hermano, desde el atalaya de la luz
donde por vez primera fuiste hablado,
por última vez te hablarás tú mismo
antes de huir definitivamente.
 
Entre la vida y la muerte,
entre el amor de vivir y muriendo,
un beso de eléctricos labios podría,
un temblor de vidas férreamente,
rotundas, perpetuándose en el roce.
 
 
FÉMINA Y SINO   (De: Abasalena. 1993/94)
 
Su nombre pétalos rotos
que ni la voz ni la tinta.
Del tiempo, como mis días,
y también sus pasos,
como si luz ofuscada
o sobresaltados sueños.
 
Ella el amor sus racimos
lo torrencial desgranado,
caótica incandescencia
como si cruel orfandad, o islas,
unísono el grito al noches dormidas,
vástago de cómo lo solo y lo llanto.
 
Calles pálido cortejo,
desgarradora asunción muertos metales,
y cada a lo largo y ceniza,
y a las horas de una y viniendo.
 
De allí ella abasalena:
sobresaltados sueños
toda dimensión paralela asomados,
y sin vestigio crónico de uso
o malheridas ropas que testimonio,
sino que direcciones piélagos,
ubicua y ácrona y dormida.
 
Ella pues fémina y sino,
fruto tal vez eslabón amargo
en la implacable noche ejercida,
o exabrupto súbito deseo ciego
cuyo luego errante insubsistencia.
 
A mí entonces abasalena
cuando calles estepa y ceniza,
y prorrupciones lo nuestro de siglos,
y descenso al nada y elixir
donde adormideras nirvana y beleño.
 
Después su nombre exhaustos fonemas,
y su voz como cayendo al sueño,
y su cuerpo lentas defunciones,
hasta que pálido eco roído,
hasta que fugitivas sombras.
 
Ahora otra vez de allí aromas
y vorágine y sed y trama.
Fémina efímeras huellas,
subrepticia impronta, empero,
de modo que lira en trance,
ensimismado aeda hurgando.
Pero su nombre navíos en la niebla.
 
                                  
CÓLERA DE AMAR   (De: Cólera de amar. 1977)
 
Cólera de amar,
apodera mi instrumento creativo
uniendo o disgregando,
creando o destruyendo,
en la ansiedad de la muerte
gestiona con iras extremas,
porque no muera ni aún sucumbiendo
la totalidad de las fuerzas
ocultas que guardo.

Entonces hostiles substancias
no yazgan sufriendo
opresión ni ignominia,
no sean la noche en acecho
ni sueños infaustos
creciendo del agua.
 
Por tu relámpago no desatado
la eternidad de otro hijo del hombre,
el tiempo sujeto a su ser poderoso
que siga existiendo sin fin
más allá de los padres difuntos.
 
Ahora ya puedes morir
o seguir existiendo,
ya puedes la luz extinguida
o desarrollar tus costumbres originales,
continuar tu destino en mudanzas terrestres.
Pero ya no podrás regresar a la tierra.
 
                                  
CONJURACIÓN    (De: El Transeúnte de Barcelona. 1997)
 
Aniquilamientos y desórdenes
en la acerba conjuración
de secretas fuerzas urdiendo
su enemiga estrategia nocturna
en el tránsito invisible
de señales y comunicaciones.
 
El cielo gris precipitado
de golpe con su volumen cereal,
los volátiles caliginosos
cerniendo su sombrío maleficio,
las cartas interferidas
por implacables agentes del orden
y vertidas a inquietante desnudez…
 
De noche los embozados jinetes
con sus sombríos corceles golpeando
a todo galope los frágiles sueños,
quebrantando su cáscara vegetal
desde el sótano agredido.
 
Un pueblo de pálida presencia
mis criaturas enarbolando
sus resistencias de humeante conjuro,
y en los cruces vitales un ojo
mío con sus números abiertos.
 
De aurora o crepúsculo el código
de simulacros y desorientaciones
cubriendo en su fatigosa nervadura
intersticios, celosías y accesos,
solidario su leal dispositivo
de diurnos ángeles imperceptibles.
 
Pero la noche enemiga cerrada
como una cúpula de atroz membrana,
y en su telaraña el forcejeo
de inocentes seres caídos
a un pozo de letales aguas.
 
Y desde el sótano los gritos
de infiltrados agentes del orden
interfiriendo alianzas y conexiones,
conmocionando la cavidad del sueño.
 
 
Realmente hermoso el paseo por el bello paisaje suizo. Pero era necesario retornar pues en la ciudad de Bahía Blanca nos esperaba nuestra última pasajera y amiga de muchos años: ANNY GUERRINI. Nació en Río IV (prov. de Córdoba) y reside en BAHÍA BLANCA (prov. de BUENOS AIRES). Cursó estudios de Letras, Periodismo y es Profesora de Francés. En 1992 funda la revista cultural “Obstinada Palabra” que contó con el aval de la Secretaría de Cultura de Bahía Blanca. Fue Coordinadora de los “Encuentros de Poesía y el Mar” en Monte Hermoso (P.B.A.) auspiciados por la Biblioteca Popular y la Municipalidad de ese lugar. Tuvo a su cargo la organización del Café Literario de la Secretaría de Comunicación y Cultura de la U.N.S. Bahía Blanca (1997-2001). Asimismo del Seminario “Del pensamiento a la palabra” Biblioteca Pajarita de Papel (2002-2005). Presentadora del ciclo de videos sobre autores latinoamericanos en el Centro Cultural de la Cooperativa Obrera (1998-2009). Coordinadora del ciclo de Talleres Literarios de la Biblioteca Pajaritas de Papel. Ha sido Jurado en diversos concursos literarios. Participa de Congresos y Encuentros de Escritores y poetas del país y de Chile, Uruguay y Perú. Integrante de la comisión directiva de la Fundación Ezequiel Martínez Estrada y la Biblioteca Pajaritas de Papel. Libros publicados: “Buscando mi huella” (poesía – 1991); “El canto de las violetas” (prosa poética – 1993); “De vientos y olvidos” (poesía – 1994); “Azul abril” (poesía – 1998); “Doncella de Venus” (novela – 2000 – Faja de Honor S.A.D.E. nacional); “Encrucijada de la Media Luna (novela- 2004); “Los gritos de la desmemoria” (poesía – 2006); “Maduración de la palabra” (poesía – 2008); “Del otro lado de la vida” (poesía y cuentos – 2001). Es Presidente de la filial Bahía Blanca de AMA (Asociación América Madre) y  Delegada Internacional de APPERJ (Asociación Profesional de Poetas del estado de Río de Janeiro). De su último libro les entrego hoy un cuento, realista y que da para pensar.

 
CRISIS DE IDENTIDAD

 

    Cuando Marga despierta escucha el zumbido de la máquina de afeitar de Alberto. Presurosa va a preparar el desayuno. El olor del café la erotiza. Siente deseos de abrazar a su marido. Se dirige al baño. Alberto ya no está. Corre al living.

    -Estoy muy apurado. No puedo desayunar. Se me hace tarde. Chau.

    Ni un beso. Ni un abrazo. Los pezones de Marga se retraen como su estómago. Una retahíla de eructos es la siguiente muestra de frustración. La maldita gastritis.

    -Señora, son los nervios. Usted necesita una terapia de análisis.

    -¿Nervios? ¿Se puede saber por qué? Tenés todo. Una casa hermosa, dos hijos buenísimos y conmigo no tenés problemas. Este médico no sabe nada. Estará en componenda con algún psiquiatra amigo. Dejate de joder.

    -¿Nervios? ¡De qué, mamá! Ponete a hacer algo. Un curso de cocina o aprendé algún idioma.

    -¿Nervios, mamá? La plata que vas a gastar en psiquiatras, usala para comprarte pilchas y andá al cine con tus amigas.

    Marga termina de pasar la aspiradora en el cuarto de los chicos. Que manía la suya, llamarlos chicos.

    Raúl cumplirá veinticinco en abril y Daniel ya tiene veintitrés. Ellos se enojan. Sin embargo, a ninguno se le ocurre ayudarla con algo de dinero para ocupar una persona que le alivie las tareas de la casa. Se asoma a la ventana. Desde el piso quince los automóviles que circulan en la calzada parecen de colección y la gente, hormigas. Aunque ella gritara, nadie la oiría. Tal vez … ¿si se lanzara por la ventana?

    El timbre del teléfono la sobresalta.

    -¡Hola! Ah, mamá ¿Qué tal? Sí, sí … ya te saqué las órdenes. Pero mamá ¿por qué no me avisaste antes? Voy a tener que ir otra vez hasta el PAMI … Ya sé, mamá, vos no podés … Estás muy ocupada … Claro, el té de beneficencia … Sí … Está bien, voy … Aunque alguna vez podrías pensar en mí …

    Se percata que está hablando al aire cuando escucha el zumbido del otro lado. Resignada cuelga el tubo.

    Termina de limpiar y va hasta la cocina. Abre la heladera, Se queda parada. ¿Qué hacer de comida? ¿Milanesas? Por lo menos a todos les gustan. Retira la carne. La pulpa rezuma sangre.

    ¿Qué gusto tendrá? Pasa la lengua por el trozo de carne. El contraste entre morbidez y frialdad, la asquea. Corta las milanesas. Las salpimenta. Busca los tomates y la lechuga. Lava la verdura hoja por hoja. Las sumerge en un bol con agua. No debe olvidar la lavandina. Dos gotitas. Mejor cinco. Diez, veinte, un chorro. Chau cólera. Rompe un huevo dentro de la fuente. Una mosca revolotea sobre los azulejos. La mira. Hace puntería … Paf … Y los otros huevos siguen el mismo camino. La mosca, ufana, vuela de un lado al otro. ¿Dónde estará el insecticida? Seguramente en el lavadero. Va a buscarlo. Piiifff … piiifff … Mosca inmunda ¿vas a reventar o no?

    Los azulejos chorrean huevo e insecticida. En el piso, restos de cáscaras y yemas. Resbala con la botella de aceite en la mano. Ríe a carcajadas al explotar el envase. Semisentada unta los dedos en el líquido oleoso y los pasa por su rostro. Luego se descalza y comienza a sacarse la ropa. Chapotea en ese lago viscoso. Algunos vidrios hieren su piel. El rojo de la sangre se mezcla con el amarillos del aceite y los huevos. Se estira hasta alcanzar el frasco de pan rallado que está sobre la mesada. Manotea un puñado y espolvorea las axilas, la vulva, las nalgas. Rueda por el suelo. Un vidrio se clava profundo en su mano. El dolor la detiene y se mira la palma que sangra profusamente. Como un rayo que cae sin anuncios, la luz se hace en su mente y de pronto comprende quién es. ¿Por qué no había ocurrido antes? ¿Por qué sólo ahora? ¿En este momento? Ríe irónicamente. Va al baño. Abre las canillas de la ducha. El agua se desliza generosa por su cuerpo. Resuelta a disfrutar de esta nueva sensación frota con cariño la piel. Desde los pies trepa hacia las piernas, el abdomen, los senos, el cuello, los hombros, los brazos, la cara, el pelo. Esos movimientos tantas veces repetidos, ahora, impulsados por una obediencia casi mística, la llenan de renovado placer. Por supuesto que siempre había sido así, pero antes no sabía quien era. Ignoraba que ella era ésta y no las otras. Reflexionó seriamente sobre las consecuencias de este descubrimiento: ella era Margarita Ríos. Siempre lo había sido. Las demás, la hija sumisa, la esposa sumisa, la mamá sumisa eran las otras que se habían adueñado de Margarita Ríos. Y ella no lo iba a permitir.

    Cuando Alberto regresó a su casa pasadas las trece y treinta horas encontró a sus hijos, Raúl y Daniel, que observaban consternados el desastre de la cocina. Mudos le entregaron la siguiente nota:

      “Adiós, los quiere mucho, Margarita Ríos”

 
Atrás quedó el mar cuando el trencito emprendió el regreso al hogar. Y en este andén los espera con sus poemas, sus cuentos y una minibiografía. Les recuerdo que el NUEVO MAIL es: letrasenelanden@gmail.com  El anterior NO funciona más. También les recuerdo que las 107 revistas previas pueden consultarlas en la página web: www.letrasenelanden.blogspot.com
Un abrazo largo y otoñal …

                            CRIS FERNÁNDEZ

3 comentarios:

  1. Estimada Cris Pampa: como hace un tiempo, recibo regularmente el contenido de tu revista. Alabo tu coherencia y responsabilidad en tu tarea!

    Yo también trabajo en ello, desde el año 2005, y quise pasar a leer un poco y a agradecer tus envíos.

    Saludos desde Chile.

    Amanda Espejo
    Coeditora Revista La Mancha

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Gracias por esta nueva entrega, mi querida Cris. Siempre es un gusto recibir tus ediciones.
    Un abrazo y mis deseos que estés muy bien y tengas días bendecidos
    Analía

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