Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 107

QUERIDOS PASAJEROS:

Y el trencito retorna luego de un merecido descanso. Recargadas las pilas se apresta a proseguir enlazando países y escritores, en esta hermosa tarea de unirnos a través de las letras, para aportar nuestro granito de arena en la construcción de un mundo mejor.

La locomotora humeaba mientras el jefe de estación hacía sonar la campana de partida. Y nuestra primera pasajera ascendía en esta estación: CARMEN BALDUZZI. Nació en Trenel (prov. La Pampa) y reside en GENERAL PICO (Prov. LA PAMPA). Docente jubilada, ahora ejerce como abuela. Ambas profesiones con placer, ya que ama a los niños. También ama los viajes, la literatura y el humor. Integra el Grupo de Escritores Piquenses (G.E.P.). Hoy nos deja sus poemas, sencillos, filosóficos y plenos de cotidianeidad.

¡VENGAN!

Me gustan los patios.
Pero no los patios
que hace el jardinero.
Ni lo que estructuran
en grandes viveros.
 
Me gustan los patios
humildes. Caseros.
Con plantas robadas …
Pedidas. Trasplantes.
Mejor: regaladas.
Son plantas – recuerdo.
Son amores – plantas.
Hechas con gajitos.
(¡No sabés que linda
tengo aquella planta
que me diste un día!)
Son plantas – te quiero.
 
Me gustan los patios
hechos de a poquito
hechos sin proyecto.
Los patios que a veces
regamos con lágrimas,
y en los que deseamos
tener nuestros muertos.

Me gustan los patios
hechos con esfuerzo.
Nada estructurados,
copiados de nadie.
Hechos al voleo.
 
No quiero esos patios
tan bien recortados,
tan bien pre-dispuestos:
Arbustos morados,
grises, verde claro,
con hojas perennes,
con hojas caducas.
Aquí este cantero,
con flores al tono …
Todo elaborado.
Todo bien dispuesto.
 
Me gustan los patios
hechos a ponchazos.
Cuando tengo tiempo.
Con ramas rebeldes,
con flores al vuelo.
Con sus caracoles
y hojas en el suelo.
Con pastos pisados.
con cuevas de perro.
 
Me gusta mi patio
con techo de cielo.
 
 
PASEO

He salido con Lara a recorrer las calles.
Una alfombra crujiente me avisa que es otoño.
Me sorprenden los tonos morados de unos frutos.
Me embriagan los colores
dorados y canela
de las hojas que lucen
contra un azul perfecto.
 
Hay un poco de viento.
Hace un poco de frío.
Pero resulta grato sentir el aire puro,
y ver esta perrita que corre y juguetea.
Y que repite, siempre,
antiguas ceremonias cuando encuentra a otros perros.
 
El invierno ya llega con sus ramas desnudas.
Yo lo espero.
Lo espero con la casa entibiada.
Con mis libros y versos.
 
Lo espero preguntando:
¿Dónde irán estas hojas que el viento arremolina’
¿A dónde irán los sueños?
La risa, la tristeza.
Las ternuras pasadas,
los rencores ya viejos.
 
¿Dónde irán los amores?
Los fracasos que fueron.
las dudas, las certezas.
Palabras y silencios.
 
(Cuando llegue mi invierno,
me voy a atrincherar en mis recuerdos)
 
Me gustan los colores sutiles del otoño.
Me gusta andar con Lara, pisando hojas sin dueño.
 
 
FANTASMAS
 
Hoy es noche de insomnio.
Como siempre en estos casos,
por una fisura que tengo
en la parte superior de mi cerebro
(justo al medio)
penetran mis fantasmas.
Son los mismos.
Viejos torturadores,
petulantes.
como todo fantasma, mal habidos.
 
Yo les sonrío, siempre
¡y es increíble!
con los años
ya somos casi amigos.
 
 
MADRIGAL
 
Tengo el alma tatuada con tu imagen.
Mi amor es peregrino
que nunca llega a tiempo a tu santuario
(nunca encuentra el camino)
Me duele la mirada por no verte
dueño y señor mío.
Y me hiere el abrazo que no llega,
que no llega a destino.
 
 
A VECES MI ALMA SE DESALOJA
 
A veces, en mi cama, entredormida,
siento que mi alma parte
hacia otras dimensiones.
 
No sé. Tal vez se vaya
a algún cubo ovalado,
a una lluvia reseca,
o a algún viento aquietado.
 
A algún río que sube,
a una estrella sin brillo,
o a una luna.
Con forma de ballena.
 
Entonces, yo me quedo así.
Hueca me quedo.
Esperando que vuelva.
 
 
El trencito emprendió viaje rumbo a las sierras, para disfrutar los aires cordobeses. Y allí nos esperaba otra nueva pasajera: AMANDA TOMALINO. Nació en SAN MARCOS SIERRA (prov. de CÓRDOBA) donde reside. Publicó las plaquetas “Ritual” y “Otoño” y los poemarios “De sortilegios y pasiones” (1998) y “Calendario de Flecha” (2001). Integra las Antologías “Poetas Argentinos, tomo III: Poesía para el nuevo milenio”, “Poemas y relatos de la memoria” y “1ª convocatoria Nacional sobre los Derechos Humanos”. Colabora en revistas literarias y participa activamente en jornadas y congresos del género. Integra el Taller Literario “Las puertas del viento” desde 1994. Hoy les traigo poemas de su último libro, claros y emotivos, que la muestran consubstanciada con su paisaje.

 
GRITO

El cielo
       y la tierra
guardan
mi primera voz.
 
Es posible
               que entonces
fuera una rama
                    de agua,
un gajo de viento
regresando
             en la tarde.
Es posible
                que entonces
declinaran
           las distancias,
y en este rincón
              del mundo
me encuentre de pie,
             como el paisaje.

FIEBRE

Guardo las hojas
               de esta noche fría,
antes que el fuego
les confunda la piel,
           con aquellos días
           de lengua tibia
           y de gruesos soles.
 
guardo las hojas
         sólo por cerrarle
el paso a la muerte
       y porque da temor
        adentrarse
                 en el cielo.
 

OLVIDO
 
Las sombras duermen
              al amanecer
Las sombras
              me copian el alma,
y garúa tu voz
              dulcemente nuestra.
El agua y el reino
              como al principio,
              y mi cuerpo,
                           al silencio.
 
 
Inventas
         el vino
que me entra
         en el pecho
y abro la noche
         con tu nombre.
 
Sólo el cielo
         muy claro,
sólo el aire
         muy quieto.
 
 
Las nubes
         se agolpan en rebaño,
y el cielo
         es un cántaro
para la tierra
         del verano.
 
Camina un recuerdo
más allá
         de la tarde
y la lluvia
         se vuelve lila
         adentro de mí.
 
 
Contemplo
         la sed de tus manos
mientras se desatan
         todas
las fragancias.
 
Recojo
         el aliento
              de la tierra
y de mi pecho
         la desnudez
              de abril.
 
 
Donde quiera
         que vaya,
estoy volviendo.
Y un día cualquiera
         regresaré
     por tu mirada.
 
Aún necesito
         este corazón equivocado
que camine
         como el miedo
              de frente.
 
 
Hay desvelo
         de luz
         en la ventana.
 
Quiere buscar
         un puerto
el ritmo de tu pecho,
donde cruza
         la luna
la mitad
         de mi cuerpo.
 
                       de su libro “CALENDARIO DE FLECHA”
 

En verdad no daban ganas de abandonar esos hermosos paisajes. Pero otra amiga esperaba en el andén: MARY BETTI PEREYRA. Nació en Canals y reside en LA CARLOTA (ambas en la prov. de CÓRDOBA). Vivió y estudió en Bs.As. donde se recibió de Maestra y Profesora en Letras. Ejerció la docencia en escuelas primarias y secundarias como Prof. de Literatura y Teatro. Fue Directora de Cultura y Delegada cultural de la provincia por su región. Preside la Sociedad Arg. de Escritores (SADE) en La Carlota. Es corresponsal de SALAC (Soc.Arg.de Artes,Letras y Ciencias),Presidente de la Institución Cultural Internacional AMA (América Madre) en La Carlota, de E.C.A (Escritores cordobeses Asociados) y –desde 2010- Socia Vitalicia de SADE Córdoba. Escribe poesía y cuentos para adultos y para niños. Coordina el Taller literario “Emi Aragón Barra”. También Talleres de lecto-escritura en escuelas primarias y secundarias y en Bibliotecas. Es Directora de la revista literaria “Decires de la SADE-La Carlota-“. Dicta conferencias sobre Literatura. Participa de Encuentros de escritores nacionales y de países vecinos Es panelista en la Feria del Libro de Córdoba . Organiza Cafés Literarios y recitales. Obras publicadas: “Soltar Amarras-Poemas para Hoy”. “Cuentiversos para niños que sueñan” (Poemitas y cuentos en verso para leer, cantar y dibujar) y “Cuento en taza (… y otros breves)”. Cuentos y poemas suyos se han editado en 51 Antologías Compartidas, en diversas partes del país: las tres últimas:”Una mirada al Sur” (Bs.As, agosto 2011),“Las Letras en Hispanoamérica y España, Hoy”(Córdoba, diciembre 2011) y “Huellas del Interior” (SADE La Carlota, diciembre 2011).También ha publicado en periódicos, revistas digitales y plaquetas literarias. Hoy viaja con sus cuentos, muy interesantes por cierto.
E Mail: floresdetilo@hotmail.com
 

CUENTO EN TAZA


    Los transeúntes pasaban conversando o riendo sobre las veredas del Marconi (salvo la mujer de las botas de tacos afilados o el jubilado que se limpiaba la nariz contra los puños). Para él eran sólo siluetas en fuga detrás del vidrio que daba a la avenida del boulevar.

    No quería ver nada, ni llamar otra vez al mozo. Había empezado a escribir un cuento. Después del tercer renglón sus ojos se apartaron y quedaron prendidos por minutos en la taza vacía. Con la mano en suspenso ideaba el comienzo del segundo párrafo. La mirada andaba entonces ovillándose en el hueco enmarcado por el asa.

    Puso punto y aparte. Con la mente callada, como en segundo plano, releyó la introducción. Nada. Dejó caer los párpados. siguió la línea de la base del pocillo hasta donde pudo. No se le ocurría ni una sola palabra. Los iris trepaban ahora por la convexa textura de la loza. Al llegar a la boca del recipiente se detuvieron como ante un precipicio. Entonces volvió la imagen de la tarde aquella y su mano abandonada en media de la mesa –esta misma-  sin atreverse a pasar el límite y tomar las suyas.

    -Debo escribir- se dijo- y aquietó los ojos, fijos en la raya dorada que seguía el borde de la porcelana, justo donde el tiempo había raspado el color. Quizás donde ella habría puesto también sus labios entreabiertos.

    -Debo escribir- repitió- Tal vez inventando pueda olvidar. Y parpadeó.

    Con un movimiento lento y obligado comenzó a alzar la cabeza, pero la vista seguía baja, resbalándose ahora por las paredes interiores de la taza.

    Ahí, en un silencio redondo, cóncavo, vio al personaje de su cuento, que con las rodillas encogidas –cansado de esperar- garabateaba lejano sobre la borra del café.

 

YAGUARETÉ

 

    No era la primera vez que extendía el peso de su cuerpo sobre esta rama de timbó. Sobre todo en el época en que los monos casi no venían y menos al atardecer.

    Con el ritmo de la lengua repasando el quinto dedo, una modorra mezcla de hambre y de fatiga le hamacaba el entrecejo. Pero no podía darse el lujo de rugir para ahuyentarla. Había visto morir a tantos de su raza que aprendió a acarrear en sigilo su fiereza.

    ¿Cuánto hacía que no cazaba un tapir o un ciervo de los pantanos … que no peleaba con un tatú carreta o un perro vinagre? Debería llegarse hasta la costa y enardecerse con un yacaré hasta saciarse las ganas.

    En esa memoria permanecía cuando los músculos del cuello se tensaron advirtiendo otra presencia. Endureció las orejas. Olió hondo. Las negras rosetas de su piel se erizaron una a una a lo largo del espinazo. Con las fauces abiertas pero mudas inclinó rápido la cabeza mostrando los colmillos. Ahí estaba: era un aguará guazú. Parecía no importarle que lo tuviera a su alcance. Entre curioso y desconfiado olfateaba esas matas cuyas hojas tapaban parte de sus patas como otrora lo hicieran los helechos de la selva y los pastizales que se abrían rumbo al caserío.

    -¿Qué es este yuyerío raro, tigre overo?

    El jaguar no respondió.

    -¿Dónde están el rancho, los espinillos, el algarrobo viejo?

    -No vuelvas- Sólo si pudieras volver sin mirar.

    -¿Y vos?

    -Y … yo, acá, lamiéndome la sangre seca de las zarpas, mientras se aleja el monte para que crezca lo que siembran ahora.

    Se miraron de frente. En la pupila del otro se reflejó la identidad. Intacta, pero sólo por un segundo. Lo que pasó después nadie podrá atestiguarlo.

    El aire cobró un tinte azul-grisáceo. El yaguareté encogió su cuerpo contra las ancas y arqueó el lomo. En brusco movimiento se cruzó sobre el tronco que lo sostenía, dejó deslizar su cuarto trasero, colgando las zancas que se alargaron hasta alcanzar el piso y ya no volvieron a recuperar el tamaño del felino, ni el pelaje de sol, ni esas uñas curvadas. Desprendiendo las garras del árbol se dejó caer en apariencia de hombre. Hombre aborigen. Ágil y bravío, temible y hermoso como el animal que lo contuvo por poco más de dos siglos.

    Con un bramido potente pero corto soltó el alma reprimida buscando al aguará-guazú. El aire retomó su transparencia al tiempo en que el alargado hocico del zorro se transformaba en la cara cetrina de un gaucho. Las patas delanteras ya eran brazos y sus dedos mestizos apretaban la cola de mulita que servía de empuñadura al facón, midiendo la posibilidad de sacarlo o no de entre losa cueros que le rodeaban la cintura.

    Se volvieron a mirar, después volvieron sus ojos a la tierra que ya no era suya. Y en un silencio pesado parecido a un encuentro, parecido al perdón, parecido al destino, sin mediar acuerdo, acostaron sus sombras debajo de la hierba nueva.

 
DESTIEMPO

    Subió las escaleras despacio, casi con miedo. La misma penumbra en el largo pasillo que conducía a los cuartos. Había cumplido 34 años cuando dejó la casa. Fue la mañanaza siguiente de enterarse que se casaba Elisa.

    Entró a la biblioteca. el frío del picaporte era el mismo y se le quedó pegado.

    Miró de frente al escritorio heredado sobre el cual apagara tantas noches de insomnio. Casi doblado contra el mármol había volcado su pasión en largas cartas para el amor secreto.

    Abrió uno a uno los cajones. Ni siquiera chirriaron. Al intentar cerrar el último, el aliento se le detuvo en las sienes con un latido helado y caliente a la vez.

    Cuando todo parecía un insípido repaso del pasado, se asomó lo escondido en la contratapa del viejo direccionario.

    Tomó el cortapapeles. La cabeza del caballo lo miraba desde el bronce, igual que aquella noche. Lo alzó como un ritual y abrió el sobre. Las tres décadas pasadas no habían alterado demasiado el color del papel. Se demoró en sacarlo. El temblor de Elisa aún estaba intacto en su letra. Al leer era como si su voz rebotara en cada una de las paredes, convocándolo a la fuga que los salvaría del horror.

    -¡Dios! Si hubiera revisado bien aquella noche … Pero ante el reclamo urgente de calmar su impotencia, sólo había atinado a irse de tropero, buscando refugio en ese oficio que terminaría siendo su destino errante.

    Miró de soslayo la carta. De nada sirvió el largo suspiro. Pasó la aspereza de los gruesos dedos sobre el filo del bronce. El índice se detuvo sobre la punta lacerante, como una consigna aguardada desde siempre.

    Nadie lo oyó repetir ese nombre cuando lo hundió en su costado, ni hubo quien le cerrara los ojos.

 

                                   de su libro “CUENTO EN TAZA (… y otros breves)”

 
Unos matecitos con peperina … criollitos para degustar y … en marcha otra vez. Para visitar a los entrañables amigos de Berisso y presentarles a ustedes a un escritor de esa ciudad que ya no está acompañándolos: CARLOS ADAM. Nació en BERISSO (prov. de BUENOS AIRES) (1931) y falleció en Mar del Plata (prov. de Buenos Aires) (1986). Trabajó en una cigarrería y en el frigorífico Armour. Egresó como Profesor en Letras (Univ. de La Plata) y ejerció la docencia en escuelas de Berisso, Ensenada y La Plata. Luego ingresó al CONICET en la carrera de Investigador. De esa etapa datan una serie de publicaciones bibliográficas de conocidas figuras de letras, entre ellos Ezequiel Martínez Estrada y Victoria Ocampo. Cultivó la amistad de conocidas personalidades del arte y la literatura universal. Tomó contacto y convivió temporadas de trabajo y descanso con Pablo Neruda en Chile, con Alfonso Reyes en México, los escritores Martínez Estrada, Bioy Casares, Borges, Silvina y Victoria Ocampo, los filósofos Emilio Estiú y Narciso Pousa, los actores Ma. Rosa Gallo, Bertha Singerman, Bergara Leuman, Lito Cruz, el director de cine Oscar Barney Finn y muchos más. Asimismo dictó conferencias. Su producción no fue numerosa pero sus poemas, hermosos, nacieron de su sensibilidad. Lo podrán apreciar en los trabajos que hoy les acerco y, espero, disfruten como yo.

 
MIS DÍAS Y YO
 
A veces
los lunes
jueves
y sábados,
cuando salgo
me visto
de
lluvia,
con una regadera
pequeña,
llena
de
agua azul
en la mano
izquierda.
 
la gente
se cree
que estoy
llorando.
 
Otras veces,
los martes,
y viernes
y también
los miércoles,
cuando salgo
me visto
de sol,
con un enorme
girasol en la mano
 derecha.
La gente
se cree
que estoy
sonriendo.
 
Pero
debo confesarlo
de una sola vez.
 
Dentro de
mis días
cuando no salgo
y
mi mano
izquierda
se  junta
con
mi mano
derecha
descanso.
 
 
MI CASA Y MIS VOCES
                                para Olga F.


Todavía quedan,
aquí,
en mi pueblo,
algunas casa viejas
abandonadas
con tapiales de madreselvas
que crecen entrelazadas,
con glorietas derruidas
en donde
aún florecen
las rosas
de color rosa pálido,
alguna que otra
retama en flor,
un pequeño monte
de flor de caña
y un enorme sauce
con muchas arrugas
ya en su tronco,
rodeado de pastos
y malezas.
Un candado oxidado
traba el portón de entrada,
apenas se distinguen
los brillantes mosaicos
de otros tiempos.
¿Recordarán sus paredes
de madera,
a la abuela
contando
su larga travesía
por alta mar?
¿Quedaron dentro
de las habitaciones
grabadas
las voces cantarinas
que ayer las poblaron?
¿Alguien guardará
la imagen del dueño
de casa
volviendo al atardecer
de sus rudas faenas?
Nada queda ya
de la huerta familiar
donde convivían el perejil
junto a la albahaca florida.
Todo es soledad
y abandono
y las nubes grises
de este mes de abril
acentúan más la soledad
y la tristeza.
¿Qué sucederá
dentro de pocos años
en esta casa
que hoy habito
y que todavía pueblan las voces
de los que hasta ayer
fueron míos?
Seguirá llegando
el cartero
trayendo las cartas
que siempre aguardo
y que me traen alegrías
de amigos lejanos.
No sé qué pensar.
No se si es conveniente
pensar.
También todo me dice
que la luz me aguardará
en vano
y nuevas gentes
habitarán y caminarán
sobre mi calle
y como siempre
el sol iluminará
el jardín florido
y las parras que mis mayores
plantaron.
 
 
Y la locomotora andaba cansadita, de tanto subir y bajar por las sierras y recorrer luego la llanura. Por eso el trencito decidió regresar a la estación. Y aquí los espero para que me acerquen sus cuentos y poemas (más una minibiografía). El nuevo correo es: letrasenelanden@gmail.com. El anterior ha quedado fuera de servicio, por eso les encarezco que no me envíen allí material pues no puedo verlo.
Y será hasta la próxima. Un abrazo

                     CRIS FERNÁNDEZ

1 comentario:

  1. Muchas gracias por esta entrega de tus Letras en el andén, mi querida Cris. Buena selección de textos, interesantes los cuentos de Mari Betti Pereyra.
    Mi abrazo y mis deseos de un buen año, querida compañera de camino :-)
    Analía

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